Cuando la emoción se desborda...
Cuando la emoción se desborda...
Este mes hablaré del caso real de Noa (cruce de podenco andaluz) y sus propietarios. Se trata de un trabajo que he realizado recientemente en el que se puede ver claramente la influencia emocional de la que he venido hablando en los anteriores artículos.
Los responsables de Noa me contrataron para
tratar algunas inseguridades que mostraba la perrita. A sus 5 años de edad no
tenía experiencia en entornos urbanos y subir al coche no le gustaba en
absoluto.
Después de charlar con sus dueños y tratar estas conductas con pautas y ejercicios de gestión de la emoción, todo fue cambiando a mejor, siempre teniendo en cuenta que algunas inseguridades requieren de tiempo de trabajo para poder ver los cambios en positivo.
El chico y la chica que componían esta pareja
eran inexpertos en la convivencia con perros y tenían la idea preconcebida, y
muy marcada, de que los perros adoptados han sufrido y mucho, en todos los casos y sin excepción. Es decir,
que todos tienen traumas, son indefensos, sufren o están sufriendo. Por tanto,
daban por hecho que Noa no estaba bien y ellos lo sufrían mental, emocional e
incluso físicamente.
Mentalmente porque que era algo que pensaban y hablaban entre ellos continuamente, emocionalmente porque pensar eso les hacía sentir mal y sufrir por ello y físicamente estando siempre pendientes de Noa, vigilando y estudiando todos sus movimientos y comportamientos, la mayoría sin importancia.
Es importante incidir, para comprender el
caso que a continuación desarrollaré, en que para esta pareja, según sus
conocimientos, experiencia (escasa con perros) e ideas preconcebidas, Noa
sufría, no estaba bien e incluso no tenía el vínculo que ellos esperaban de
ella.
Tras varias sesiones de trabajo y estudio de
Noa y sus responsables, llegué a la conclusión de que en realidad la perra no
tenía ningún problema a tratar terapéuticamente.
Simplemente era y es una perrita
independiente, sensible a los ruidos y algunos entornos o cambios repentinos,
pero tranquila, muy obediente y entrañablemente cariñosa.
Incluso yo mismo había pensado en ella como "la perra perfecta o casi perfecta", ya que nada ni nadie lo es. Y así se lo hice saber a sus dueños ofreciéndoles algunas herramientas para trabajar y mejorar esas pequeñas inseguridades de Noa. Pero había algo que me habían contado sus dueños que me causaba una gran sorpresa y asombro: su aparente problema de incontinencia. Saber que se hacía pipí encima cuando dormía me tenía intrigado. El veterinario le había diagnosticado incontinencia y le puso un tratamiento hormonal con medicación diaria y, en principio, para toda la vida. Al ser un tratamiento fuerte, le causaba alteraciones emocionales y físicas durante casi dos horas después de tomar la medicación.

Como profesional y por mi experiencia yo no veía ni sentía que Noa tuviera ese problema, por lo que lo hablé con sus propietarios y profundizamos en el tema. Casualmente tenían que hacer un viaje y no podían llevársela con ellos, así que les planteé que me la dejaran en mi casa de guardería y que, si les parecía bien, durante esos 5 días no iba a darle la medicación. Con su permiso así lo hice y mi sorpresa fue que Noa no se hizo pipi ningún día, ni despierta ni dormida, ni tampoco en el transportín. ¡ No se orinó en 5 días sin medicación! En parte yo ya tenía estas sospechas y por eso lo propuse, para poder cerciorarme. Pero, ¿qué estaba pasando entonces? La intriga me llevó a la respuesta a través del análisis y la observación.
Lo
que sucedía es que sus dueños estaban convencidos de que le ocurría algo. Tanto
mental, como emocional e incluso físicamente mostraban que la perrita estaba
mal y así respondía ella.
Recordemos que no solo pensaban y hablaban a menudo
entre ellos sobre que "debía tener algún tipo de problema" sino que estaban pendientes
de ella en todo momento, controlando y mirándola para ver qué hacía.
Y todo ello les preocupaba y les hacía sufrir mostrando ese sufrimiento a través de sentimientos de tristeza y frustración. Incluso antes de que llegara Noa a casa ya tenían asumido que tendría problemas y no estaría bien. Y una vez en casa, con este pensamiento y emoción ya activados en ellos, comenzaron de manera no consciente a alimentar esta emoción y pensamiento con el físico, actuando con Noa como he explicado anteriormente. A Noa en realidad no le pasaba nada, sin embargo, la perra sentía y veía a través o en sus dueños que le estaban "pidiendo" que le pasara algo. ¿Y cómo iba a mostrar eso si como hemos dicho era prácticamente perfecta? Respetuosa, dulce, sensible... Su forma de ser le impedía tener o mostrar otros comportamientos, pero sus dueños le pedían de cuerpo, mente y corazón que le pasara algo. Por tanto, Noa empezó a hacerse pipí mientras dormía, justamente una "afección" vinculada al control de la emoción hasta el punto que el cuerpo no la puede contener y "la desborda". De hecho, justo ahora, escribiendo este artículo, me acabo de dar cuenta incluso de otro detalle: era una perrita "tan buena" que se orinaba dormida porque despierta no era capaz de hacerlo, por su respeto y educación innata.
Para mí fue un trabajo muy bonito, por la
gran toma de conciencia de lo que hay en nosotros y de lo que somos capaces de
generar en nuestros peludos a través de ese hilo emocional por el que nos
comunicamos con ellos, aún no siendo conscientes de ello. Casos como el de Noa
siguen impresionándome hoy en día, haciéndome sentir muy orgulloso y agradecido
por todo lo que nuestros perros nos aportan y ayudan, reafirmándome una vez más
lo que os vengo explicando mes a mes en esta sección: la emoción está en todo
aquello que hacemos, pensamos o sentimos y es un continuo canal de transmisión
y comunicación.
Gracias de todo corazón a Noa, A y T.
Óscar Morejón
Terapeuta y educador canino
Eccecanis "Educar para educarte"